El mejor ritual de primavera, no qué digo, ¡del año!! es la depuración yóguica.
En mi caso, aunque me cuide mucho, es esencial hacerlo cada año. Por un lado, vivimos en un entorno tóxico (físico, emocional y medioambiental) y por otro siempre hay cosas que se interponen en mi rutina ayurvédica, como los croissants de mi amigo Tomeu, los viajes y otros factores con los que hacemos malabares.
Así que a lo largo del tiempo todos vamos acumulando carga tóxica y, si no nos ocupamos de ella, se convierte en la bomba más letal.
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